Llegó durante la noche y de imprevisto. Habíamos acordado no ponernos en riesgo durante la cuarentena y preferimos quedarnos separados. Los mensajes y videollamadas se hicieron frecuentes pero no se comparaban a nuestras tardes de domingo cocinando o nuestros largos paseos por Chapultepec. Hasta que una noche, mientras veía una película, recibí un mensaje de ella fuera de lo común: ¿Qué harías si supieras que estoy afuera de tu casa?, dudé por un momento, pero me atreví a salir para ver si era verdad, tal fue mi sorpresa cuando la vi afuera, junto al automóvil de su abuela esperando con una cajita y un ramo de flores de papel.

Fui corriendo a abrazarla, mandamos al diablo la cuarentena y nos perdimos en el reencuentro. Vino para celebrar nuestro aniversario, yo estaba anonadado mientras ella no paraba de reír al ver el triunfo de su plan. Conversamos un momento y le agradecí que viniera, pero la visita duró poco, a los cinco minutos volvió a subirse al auto dejando tras de sí la promesa de otro encuentro, las flores, la cajita con un collar (que los fans de las películas El señor de los Anillos reconocerán de inmediato) y pastisetas de mantequilla recién horneadas.

 

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