“No fuimos nada, pero fuiste mi todo”

No fuimos nada

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“No fuimos nada, pero fuiste mi todo”

 

Fugaz podría describir mi historia con él, una relación sin compromiso que se convirtió en mi cadena, soltarlo me ha sido tan difícil que “olvidar” ya no está en mi vocabulario, se ha convertido en un “que deje de doler”, por que olvidar no es fácil.

Fue aquél momento en el que algo me atrajo a ti, la sensación de ya conocerte, siempre te lo dije: “siento que ya te conozco, igual en otra vida…” pero la indecisión y el daño causado en relaciones pasadas limitan el arriesgarse. “¿qué quieres de mi?” Preguntaste. La verdad no lo sabía, sólo sentía una emoción al verte, sentirte y conversar contigo…Miedo.. ese miedo de que repitieras patrones como con las anteriores… miedo a enamorarme y me fallaras…quería algo diferente, pero no me atrevías a decirte sin que te ofendieras. Pasaron los meses, escribimos historias, las risas y ocurrencias iban y venían, las miradas se encontraban y los cuerpos estallaban, así pasaba el tiempo… así pasaba tu interés y el mío se reforzaba.  Los amigos en común nos veían, entre bromas decían que éramos esposos, tú no decías nada, yo lo negaba, pero era evidente la chispa entre los dos. Aquella ocasión cuando te pedí me acompañaras a una boda y en aquella iglesia tomaste mi mano y dijiste: así si me ando casando, me espanté, pero sentí un escalofrío que recorría mi cuerpo, tu cálida mano sujetaba la mía. Sólo fueron palabras…

Hace unos meses encontré el anillo que me hiciste, especialmente para mi, tú seguramente ya lo haz olvidado. Me hizo recordar los primeros días cuando convivimos, cuando comenzaba a conocerte, cuando hacías lo posible por pasar horas, minutos, segundos conmigo; aquella tarde que creía haber perdido un anillo muy especial y lo sustituiste con uno “hecho a mano” me pediste cerrara los ojos y sobre la palma colocaste un anillo. No sabes la sonrisa que me dibuja verlo, pero al mismo tiempo viene cargada de recuerdos y melancolía. Nunca fui tu historia de amor, seguramente sólo una pasajera más en tu tren, ese que ya frenó, decidiste bajarme, alejarte y alejarme. No quería perderte, pero tampoco quería seguir así, buscaba algo más y la pregunta del “¿Qué somos?” rondaba mi cabeza día y noche. Decidí hablar contigo, después de un mes sin verte mi corazón brincaba de alegría, tú me seguías el juego hasta que te diste cuenta que mi intención contigo era otra. “No sé lo que quiero” dijiste (igual que en ocasiones anteriores), “no te quiero perder, pero debo pensar, eres muy importante para mí…”. La verdad esperaba que me buscaras, que me detuvieras, que te quedaras… Hoy ya no somos nada, ni amigos; sólo un par de extraños. Regresaste a tu vida anterior y fui yo quien se preguntó y te preguntó: ¿qué querías de mi? … Regresaste con tu ex, unos meses después de que lo nuestro se esfumó las señales y sueños raros se hacían presentes, supongo que la intuición se había despertado. Me enteré de tu boca que te casabas  no supiste como decírmelo, pero al final tenías que cerrar el ciclo conmigo, sólo que yo intento cerrarlo, poco a poco los recuerdos han ido cediendo. “Yo me quedé contigo y tú… te quedaste con ella”.

Él dejó a ella por otra… después dejó a la otra por mí  y para no repetir el patrón le di espacio, le di mi tiempo, le di mi amor sin ser nada esperando que en ese proceso  nuestro cariño madurara y así romper la cadena; yo no quería ser un eslabón más en esa historia repetida. Pero un día dijo no saber lo que quería, meses después regresó con ella, con la segunda en cuestión y me quedé enamorada, sin un perdón, con un adiós de hasta nunca, con la sonrisa colgada y en ella sus palabras diciéndome: “quédate conmigo, eres maravillosa”… Y sí me quedé, colgada, con sus palabras, con su recuerdo y con las ganas de hacer una historia con él. Él se quedó con ella, la eligió para ser su esposa…  Él la dejó a ella por otra, esa otra es ahora su  futura mujer…

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