Grullas de papel

Grullas de papel

Por Ignacio de Lascurain

Las tijeras son prohibidas, la pintura se debe evitar y el pegamento es impensable: estas son las tres reglas de la papiroflexia, disciplina mejor conocida como “origami”. A pesar de que al pensar en origami la mente se traslade inmediatamente a Japón, sorpresivamente éste se originó en China alrededor del siglo I o II d.C. Fueron alrededor de 500 años después que el origami llegó a Japón, donde fue fuertemente asimilado por la tradición y la cultura de este país. Hoy en día, debido a las asociaciones de origami y a la difusión que el internet le ha dado, se puede decir que estamos en la época dorada de esta disciplina.

El origami no se trata simplemente de un pasatiempo para entretener a los niños, y tampoco se trata tan solo de una forma más de expresión artística. Éste se trata de todo una filosofía relacionada con el Zen. ¿Qué vemos si nos ponen una hoja de papel en frente? Probablemente al principio sólo veamos un rectángulo hecho de fibras vegetales. Sin embargo, si expandimos nuestra comprensión y conciencia, podremos ver que en el papel se ocultan todas las cosas; todas las posibilidades. Doblando y retorciendo una hoja de papel podemos representar todas las figuras, y con ellas podemos representar a su vez todos los conceptos. A través de este ejercicio creativo de transformación nos acercamos más a nuestro origen; a la divinidad. Y simbólicamente, así como de una cosa se crean todas las cosas, así todas las cosas regresan a la cosa original, por lo tanto podemos atrevernos a decir que “todo es Uno”.

A partir de una hoja de papel se puede crear una mariposa, y con ella la primavera y todo cuanto ésta representa: reproducción, nacimiento y crecimiento. De la misma manera se puede crear una grulla de papel, y con ella un grito que pide por la paz mundial. ¿Cómo olvidar a Sadako Sasaki, cuyo nacimiento celebramos hace tres meses? En 1955 ella murió de leucemia, conocida en ese tiempo como “enfermedad de la bomba Atómica”, en el intento de hacer 1000 grullas de papel, después de que Chizuku, su mejor amigo, le contara en el hospital una leyenda japonesa. Él le explicó que las grullas, los pájaros sagrados de Japón, viven más de cien años, y que si hacía 1000 grullas de papel los dioses le concederían un deseo. Sadako le pidió entonces a los dioses que le permitieran volver a correr, pero después de ver que sus amigos del hospital morían, extendió su deseo para que se curaran todos los niños con cáncer.

Fueron 644 grullas de papel las que Sadako logró hacer antes de morir a los 12 años de edad. Hoy miles de niños de todo el mundo siguen doblando grullas de papel para que sean puestas bajo una estatua de Sadako en Hiroshima, sumándose así al deseo gravado en aquel monumento que dice: “Esto gritamos, esto rezamos: paz en el mundo”.

Así a partir de lo simple, una hoja de papel, se genera lo complejo, un sinfín de figuras con un sinfín de significados. Así que la próxima vez que nos pongamos a hacer un avioncito, un barco, una grulla o cualquier origami, meditemos que al hacerlo estamos acercándonos más a nuestro origen al imitar al Uno original, que según el zen es el Todo.

 

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