Entre el Deporte y el Espectáculo: La Lucha Libre Hoy.
La Lucha Libre ha sufrido desde sus inicios el estigma de lo popular, aunque esto no significa algo negativo o peyorativo. Tradicionalmente ha sido considerada un espectáculo para las clases populares y su relevancia cultural se minimiza, quedándose en lo visual, la apariencia y el exotismo.
No obstante es una práctica cultural con casi un siglo de historia, que ha sabido mutar y adaptarse a los tiempos cambiantes. Gracias a la influencia norteamericana, uno de los temores más grandes entre los aficionados ha sido el hecho de que la Lucha Libre mexicana llegara a perder su esencia y se convierta en otra cosa.
En una Sociedad del Espectáculo como en la que vivimos, en donde “todo lo que una vez fue vivido directamente se ha convertido en una mera representación”, como dice Guy Deboard, no es de extrañarnos que la Lucha Libre, como manifestación cultural, se convierta también en un espectáculo y en una representación de algo más. El espectáculo suplanta la vida genuina, por tanto, aquella catarsis necesaria en una sociedad agobiante y demandante, se lleva a cabo en el cuadrilátero, la lucha entre el bien y el mal, imposible por la reglas morales, también encuentra su desfogue en este espacio. Es ahí donde toma sentido el concepto de deporte/espectáculo, así como su vigencia y legitimación.
Si vemos a la Lucha Libre como una manifestación de lo popular, como un espectáculo como patrimonio visual, artístico, cultural, escénico y deportivo de México, no la demeritamos en ningún sentido, ya que ninguna de estas visiones demerita a las otras; al contrario, son un ejemplo de la multiplicidad de sentidos e interpretaciones con las que nos debemos acercar a los fenómenos culturales. Verlos de esta forma contribuirá a resguardarlos y mantenerlos vivos.