El Corsé
El gran tirano en la moda durante siglos fue indiscutiblemente el corsé, que era utilizado para sostener el busto y acentuar la cintura, ejerciendo presión en el torso. La palabra corsé viene del latín corpus.
Los primeros corsés eran metálicos, se sustentaban los vestidos en éstos y limitaban mucho el movimiento. En las cortes europeas, se comienzan a utilizar las varillas de madera o hueso y los cuerpos se rigidizan en orden a los cánones de belleza de aquel entonces. Dependiendo de la jerarquía social, se agregaban cintas y encajes.
Con la Revolución Industrial se populariza el uso de esta prenda llegando a convertirse en objeto de culto que exaltaba la figura femenina en un concepto de “reloj de arena” que estrechaba la cintura de “avispa”, levantaba el busto y ensanchaba las caderas.
En el siglo XIX, los fabricantes competían por ofrecer el modelo con el diseño más perfecto, más “cómodo” y más ornamentado. Se vendían con nombres como Glove-Fitting, Princess, Cleopatra, Perfection e inclusive uno llevó el nombre de Le Mexicaine.
El corsé fue considerado la prenda interior más importante de las ocho que se llegaron a utilizar: camisola, pantaletas, fondo, enagua, crinolina, corsé, cubrecorsé e incluso una enagua complementaria. Estas prendas desaparecieron al finalizar el siglo XIX; sin embargo, para comienzos de la siguiente centuria, el corsé siguió siendo símbolo de belleza y feminidad.
Pocas fueron las damas que lograron cinturas de 45 centímetros, pero los modistas, el raso y las varillas consiguieron lo que la genética no había logrado.
A principios del siglo XX, el diseñador Paul Poiret propuso liberar a la mujer del corsé con sus brillantes diseños.
Adaptación del texto original de la exposición Nostalgia de lo Cotidiano, del Museo del Objeto del Objeto.