El pan que conquistó a México y al mundo

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Hay productos que se vuelven parte de nuestra vida sin que nos demos cuenta. Están en la mesa, en las reuniones familiares, en las loncheras de la escuela y hasta en las meriendas improvisadas de la tarde. Uno de ellos es el pan Bimbo, ese pan suave y esponjoso que, generación tras generación, se ha convertido en un clásico mexicano.

 

La historia de Bimbo comenzó el 2 de diciembre de 1945, cuando un grupo de visionarios —Lorenzo Servitje, Jaime Jorba, Jaime Sendra, José T. Mata y Alfonso Velasco— fundó una panificadora diferente. Poco después se sumó Roberto Servitje, pieza clave en la expansión internacional de la compañía. Su idea era clara: hacer un pan nutritivo, sabroso y fresco, con altos estándares de calidad e higiene. En un mercado donde el pan se vendía a granel, ellos innovaron al presentarlo en celofán, lo que aseguraba limpieza y conservación. Un detalle que marcó la diferencia y conquistó a las familias mexicanas.

 

Los primeros productos fueron apenas cuatro: Super-Pan Bimbo (grande y chico), pan negro y pan tostado. Con el tiempo, el catálogo creció y llegaron clásicos que hoy parecen inseparables de la mesa mexicana: las donas, los Bimbollos, las Medias Noches o los pastelitos Marinela. Bimbo no solo vendía pan, también construía costumbres y recuerdos.

 

En 1954 nació Marinela, dedicada a pastelitos y galletas, y en los años sesenta arrancó el famoso Futbolito Bimbo —torneo infantil que marcó a generaciones enteras—. Durante los setenta se inauguró la planta panificadora de Azcapotzalco, la más grande de América Latina en su momento, un símbolo del crecimiento imparable de la empresa.

 

En 1980 Grupo Bimbo dio un paso clave al comenzar a cotizar en la Bolsa Mexicana de Valores. A partir de 1994 inició su expansión internacional con Estados Unidos como primer destino, para después llegar a Latinoamérica, Europa, Asia y África, consolidándose como uno de los mayores productores de pan en el mundo.

 

El nuevo siglo trajo nuevas adquisiciones y un enfoque renovado. Bimbo integró marcas como Chocolates La Corona y El Globo, sumó operaciones en Brasil, Marruecos e India, y al mismo tiempo comenzó a invertir en proyectos de sustentabilidad. Hoy, la compañía impulsa energías limpias, vehículos eléctricos de reparto, empaques compostables y plantas solares, mostrando que es posible crecer cuidando al planeta.

 

Y aunque hablamos de un gigante global, hay un detalle que nunca ha cambiado: el Osito Bimbo. Ese personaje blanco, con gorro y mandil, ha acompañado a la marca desde sus inicios. Más que una mascota, es un símbolo de ternura, confianza y cercanía, capaz de conectar con niños y adultos por igual.

 

Hoy en día, más de siete décadas después, Bimbo no es sólo una panificadora: es parte de la vida cotidiana de millones de hogares. Desde la rebanada de pan tostado del desayuno hasta el pastelito Marinela en la merienda, la marca ha tejido un lazo de confianza y tradición que trasciende generaciones. Quizá por eso, cuando pensamos en pan, lo primero que viene a la mente es esa envoltura blanca con azul y el entrañable Osito Bimbo.

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