Comenzando el confinamiento me sentaba en una de las sillas del comedor. Literal!, me sudaba todo, me dolía la columna, el coxis, me ponía de malas. Usé otra y tenía que ponerme un cojín y mismo caso que la silla anterior y para las casi 10 horas que estaba trabajando estaba de terror!! Hasta que decidí comprarme una silla de oficina, los dolores terminaron, las rueditas son de lo mejor. Fui envidiada por mis compañeros cuando se las envié por mensaje. En fin, ahora es parte de mi cotidianidad además de que me siento más eficiente y de buenas para comenzar un día más en la chamba. Ya hasta mi compañera disfruta de mi silla, jajaja!!.