Soy un tutú romántico. Cada día ella, la bailarina, me ajusta a su cintura, se ve en el espejo conmigo puesto y ensaya, ensaya ballets románticos, se transforma en una Willi, ese espíritu volátil que tanto le gusta personificar. Vuelo contento entre sus piernas y, cuando ella se cansa, siento el suelo, me arrugo, me lleno de las pisadas de muchos otros bailarines. He descansado en los pisos de muchísimos teatros, de salones de danza. Hoy descanso colgado en un perchero. Ella no me usa, ella baila en el cuarto de al lado pero no me necesita, por ahora. Espero paciente a que podamos volver a bailar juntos.