Un garbeo entre palacios, potestades y modernidad

En un tiempo que hoy se ve muy lejano, la Ciudad de México era el Centro Histórico. De cierta forma, lo sigue siendo: entre sus cuadras se reúnen los rasgos, las imágenes y las costumbres que forman la compleja identidad de la capital más allá de sus límites. La arquitectura no es la excepción, y aunque solemos asociar el paisaje del primer cuadro con templos y palacios virreinales, en realidad se trata de una combinación muy variada que cuenta con ejemplos de cada década y estilo, incluyendo algunos de los símbolos y referentes urbanos más recientes.

Cada época dejó una huella importante en sus edificios y fachadas, del barroco y el neoclásico al Art Déco o al Movimiento Moderno, y no es raro encontrar formas muy diferentes compartiendo la misma acera e incluso conviviendo en el mismo espacio. A la par, cada régimen erigió monumentos y estatuas, los llevó de un lugar a otro, abrió y cerró calles y transformó para siempre el aspecto de una metrópoli cada vez más poblada y extensa.

Esta sala es una invitación a pensar el Centro como un álbum familiar, a observar los cambios que ha sufrido cada uno de sus miembros desde su juventud hasta su estado actual, o incluso a atestiguar su desaparición. Es una celebración de la vida que todos los días transcurre entre sus muros, en sus jardines y plazas o en el tránsito de sus avenidas, y una motivación para salir a caminar con la mirada atenta de quien está a punto de descubrir una gran historia.

Rodrigo Hidalgo