Rufino Tamayo
Hago lo que quiero, ¡Siempre! Y creo que hasta nos podemos poner un poco sentimentales en ese sentido: yo creo que el amor es una cosa fundamental…
No hay mejor manera de describir a Rufino Tamayo que con sus propias letras, pues en esta frase inicial describe su alma, su trabajo y su manera peculiar de llevar la vida, decían los que tuvieron la fortuna de conocerlo que era un hombre entregado, disciplinado, difícil con lo académico, alegre, con un sentido del humor amplio, autodidacta y amoroso.
Originario de Oaxaca Tamayo fue el primero en su familia en inclinase por las artes, su padre era zapatero y su madre se ocupaba de las enseñanzas religiosas, Tamayo fue abandonado por su padre tras la muerte de su madre, quedó al cuidado de su tía quien residía en la ciudad de México. A corta edad entra a estudiar a la Academia San Carlos, la cual termina abandonándola por su carácter y temperamento, Rufino Tamayo tenía la ideología fiel de descubrir por sí mismo lo que el artista tiene como técnica.
Entre sus habilidades era capaz de realizare murales, vitrales, litografías y mixografias, su primer mural fue El canto y la música, su trabajo llegó a ser reconocido en distintos países, su primera exposición, en Nueva York, hizo que su imagen cobrara importancia, haciéndolo cada día más reconocido por su sello personal. Y aunque a veces no estaba de acuerdo con la enseñanza académica Tamayo aceptó un cargo como maestro en Dalton School of Art en Nueva York.
Su vida personal tuvo un gran impacto en la manera en que veía el arte, claro ejemplo se encuentra en sus obras de naturaleza muerta, quizá era el reflejo del trabajo que tuve que ejercer en el mercado la Merced, donde su familia tenía un puesto de frutas y verduras. Su vida marcada por el amor lo llevó a realizar 20 retratos de su esposa Olga con quien mantuvo un matrimonio de 57 años.
Entre sus obras más destacadas podemos encontrar; El día y la noche, La gran galaxia, Tres personajes, Retrato de Olga, entre muchas otras obras que hoy aún son exhibidos en el Palacio Nacional de Bellas Artes, el Museo Nacional de Antropología, el Conservatorio Nacional de Música, el plano nacional. Fuera del país realizo y dejó obras en Estados Unidos, Puerto Rico, París y Francia. Su consolidación se da después de la Bienal con sede en Vencía, cuando acepta instalar una sala con sus trabajos.
Entre los galardones por su interminable trayectoria recibió el Premio Nacional de Ciencia y Arte, Caballo de la Legión de Honor en Francia, fue reconocido por distintas universidades como la UNAM, La Universidad de Veracruz y algunas de Estados Unidos donde ejerció como docente.
Rufino Tamayo murió dejando un legado artístico que sin dudarlo realzaron el mundo de la pintura y el nombre de México, un artista influenciado por los colores de su país, de su tierra de su gente, a quien dejó cuando cumplió 92 años, un 24 de junio de 1991.