El incendio del Parque Asturias 1939
En los años treinta la afluencia de público a los partidos de futbol comenzaba a rebasar la capacidad de los estadios de la capital. Ni el Parque Necaxa, ni el nuevo Parque España resultaban suficientes para acoger el creciente interés de la afición por la Liga Mayor. En 1936, el Club Asturias decidió construir un estadio propio sobre la calzada Chabacano, con un aforo para cerca de 22mil personas, que tampoco resultó una solución a la inmensa demanda pues, desde su inauguración, registró un sobrecupo de miles de aficionados que ingresaron a las tribunas por la fuerza. Las medidas de seguridad en los viejos estadios de madera eran deficientes y continuamente se registraba algún tipo de incidente, como sucedería un fatídico mediodía de 1939.
Era el 29 de marzo de aquel año, Necaxa y Asturias disputaban el partido crucial para definir el campeonato. Entre las filas del conjunto electricista se encontraba su joven estrella, Horacio Casarín, quien fue víctima en repetidas ocasiones de severas entradas por parte de los defensas asturianos, al grado de tener que ser retirado del campo y alejarse por más de un año del futbol. Minutos antes del final se señala un penalti a favor del Asturias, que a la postre se convertiría en el empate. La afición necaxista, enardecida ante lo que consideraban un resultado injusto, prende fuego a las tribunas de sol. La llegada de los bomberos no pudo evitar que el siniestro terminara arrasando por completo con el predio.
La prensa responsabilizó de lo ocurrido al árbitro Fernando Marcos quien, por su parte, culpó a los partidarios de la República Española de un acto de sabotaje contra los clubes fieles a la Corona.
Aunque fue reconstruido y siguió en funciones por algunos años más, el incendio del Parque Asturias simboliza un antes y un después en el futbol mexicano. A partir de ese momento comienza a darse por concluida la era de los estadios de madera, para darle entrada a los nuevos estadios de concreto.