El confinamiento nos cambió la vida, la rutina, nos volteó los horarios y nos obligó a convivir, a pausar para mirar que somos tres almas viviendo bajo el mismo techo con diferencias abismales sin embargo, unidas en temores y en cariño. Nuestras noches de angustia las sobrellevamos con una copa de vino ligero y un buen juego de mesa, el clásico turista mundial. El momento que nos une y nos hace olvidar un par de horas la ansiedad.