Pensé que sería más difícil, pero con dos compañeras en mi “depa”, el confinamiento estuvo de lujo.

Ellas fueron el soporte de todo mi ser. Desde que me levanto estamos juntos para desayunar, comer y cenar. Como equipo sacamos adelante el quehacer del hogar: lavar, cocinar, sacudir, barrer (aunque reconozco que era complicado, pues no dejaron de polvearme los pies). Me apoyaron cuando apareció un insecto (tengo entomofobia), y ellas hacían su parte por mí, matando un mosquito o alguna araña fea.

Me acompañaban a mis reuniones virtuales de trabajo, en las que procuré que ellas no se vieran… Aunque las quiero, acepto que me apenaba que me vieran con ellas. El profesionalismo, ante todo. Y así saqué toda mi “chamba” gracias al “relax” que ellas me proporcionaban.

Entrada la tarde, la tele era la protagonista: yo en el sillón y ellas posadas en mi mesita, donde yo pudiera verlas. Luego un whiskey y a bailar (con las dos al mismo tiempo, por supuesto). Por la noche me bañaba (confieso que con ambas) y me acompañaban a la cama.

Con el tiempo, se han vuelto viejas, resbalosas y hasta apestan. Ya es tiempo de renovar. Es tiempo de chanclas nuevas.

 

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