A los 64, lo lógico es que la cabeza esté llena de ellas. Hice la cuenta, entre tinte, corte, tratamientos, propinas y horas en el salón, salió una buena cantidad que, durante 3 meses se fue a la despensa de unas religiosas que están padeciendo por las colegiaturas que no llegan y que sirven para mantener a la otra escuela en una zona marginada de la CDMX.