“¿Cómo carajos voy a pasar una cuarentena si ni siquiera sé preparar café? Es más, ¡ni siquiera tengo cafetera!”, le dije a A cuando comenzó el rumor de que estaríamos en confinamiento. A, que siempre ha sido benevolente, se dirigió a su cocina y regresó con una prensa francesa: “Llévatela, te la presto, yo no la uso desde hace meses, tengo una italiana que me gusta más”.

 

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