A lo largo de los últimos 3 años, había estado construyendo una ciudad de bloques, transitada, habitada y con vehículos. Por lo general, le dedicaba lo suficiente para armar los edificios, pero no había terminado de poblar, poner señas y trabajar en el parque, pues como estudiante no podía darme el lujo de dar tiempo que le dedico a mis deberes, y para vacaciones, terminaba cansado. Mi novia siempre había querido ver cómo quedaba y si bien, su emoción no era tanta cuando se la mostraba, se alegraba por mi y me apoyaba.
Cuando empezó la cuarentena, después de una semana le dediqué 3 días completos a acabarla, personalicé figuras para que se parecieran a mis conocidos, la llené de detalles que nadie que no me conociera ampliamente, reconocería, búhos en partes fuera de lugar, una cena romántica, Spiderman en un taller mecánico. Y lo mejor, la llené con árboles con muchas flores, para que le diera todo el color que merece una ciudad.
Una vez acabada, estuve dispuesto a mostrársela a mi novia, sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, ella me dijo que las cosas ya no funcionaron para ella, terminando la relación.
Desde entonces la ciudad es parte de un hermoso recuerdo de una vieja normalidad, detenida en un instante en el tiempo y curiosa de lo que el futuro deparará.
Ojalá una vez que acabe la cuarentena, pueda volver a mi creación, para adaptarla a la nueva dinámica diaria.