Hace 10 años viaje a Grecia y entre tanto compre un cojín, económico pero “para el recuerdo”; pasaron los años, por alguna razón me dediqué a rentar casas amuebladas, maltratado y sucio se quedó en una de ellas. Justo cuando empieza la cuarentena debo desalojar la casa donde vivía, la casa donde estaba el cojín fue la opción de vivir, en medio de cajas, 15 días después me reubique en la casa en la cual ahora vivo, pero no solo, el cojín viajo conmigo porque ahora es mi cojín de meditación y me acompaña también en la introspección que ha dejado la cuarentena. Diez años después volvimos a viajar juntos.

 

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