Los días de cuarentena comenzaron siendo como un cubo Rubik sin resolver. La incertidumbre, la falta de concentración, el exceso de información, cual colores mezclados sin un patrón aparente, abrumaban cada minuto que transcurría. Pero un día tomé esa matriz tridimensional de 3 por 3 por 3 elementos, y comencé a manipularla con ambas manos. Poco a poco me di cuenta de sus propiedades, como que los centros eran fijos, y que a un costado de la cara verde, podría encontrarse la roja, pero jamás la azul. Procedí con las esquinas, las aristas, la última cara, poco a poco ese cubo y yo experimentamos la sinergia de pertenecer al mismo sistema. Después ya no fue uno, sino éstos tres cubos.

Es así como una situación tan tensa como el confinamiento, el miedo o cualquier otro problema, al verlos como un objeto aislado, son amenazantes, hasta que interactuamos con ellos y los volvemos nuestros.

 

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