Harina de trigo, polvo blanco en una bolsa de papel que cada día me acompaña en el confinamiento. Harina para hacer pasteles, donas, magdalenas. Harina para hacer pizzas, pan, bollos, focaccias (el pan nuestro de cada día). Descubrir ese humilde polvo que nutre mis días de encierro en el hogar, harina que con un poco de agua caliente se transforma en engrudo y me ayuda a crear alebrijes de mil formas y colores. Sin la harina, el encierro sería eso, un encierro, pero lo ha transformado en un espacio de creatividad maravillosa; magia que surge de su transformación: de polvo a masa a alimento, de polvo a engrudo a artesanías. La harina me ha transformado en creadora de sueños y sabores para nutrir a mi familia con mi amor.

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