Todas las mañanas sin la prisa de levantarme para llegar a horario al trabajo, puedo quedarme más tiempo en la cama y ver el sol que entra por mi ventana; ver el mar, su espuma, las montañas y sentir su brisa y aroma.
Recordé que, en mi infancia hacia barquitos, un avión, una pajarita y muchas cosas más con una hoja de papel, ahora tengo todo el tiempo del mundo y lo puedo practicar.
El anhelo de por fin volver a salir sin miedo, de abrazar a mis amigos, de tocar; y el presente que percibo como nunca antes, minuto a minuto, segundo a segundo, me deja disfrutar el aquí y el ahora sin pensar en lo que pasará; todo esto construyó mi deseo de lo que haré cuando se acabe la pandemia.