Con el cubrebocas.
Me ocultas la belleza de tu sonrisa y pierdo el gozo de ver tus labios.
Me pregunto: ¿Dónde quedó tu alegre risa y tus sonoras carcajadas?
Tu voz la perdí. Hoy te escucho como si estuvieras dentro de una caja.
No acepto y me resisto a ver tu rostro mutilado.
He visto por la calle todo tipo de cubrebocas y ninguno me gusta; todos me resultan feos, ofensivos o macabros.
Tu rostro que tanto me gusta, no sé en dónde quedó. Como dicen: no quedó rastro de él.
Yo también me siento extraño y mi voz la escucho apagada, como que retumba en mis oídos.
Me molesta el cubrebocas tanto como a ti, y ahora resulta que las autoridades nos lo imponen, castigándonos si no lo usamos.
Espero con ansias el día en que nos podamos liberar de este trapo, que no lo puedo llamar de otra manera, y vernos la cara como somos.
Con nuestro rostro entero y libre; mostrando nuestras bellezas y fealdades. Así como somos.