Hace 8 años, una amiga y yo planeamos organizar un curso de verano para niños en nuestro vecindario. Nos reunimos en mi casa para planear las actividades que realizaríamos, por lo que mi amiga llevó unas impresiones en hoja de cartulina a las que en ese momento no les presté atención. En un vistazo me parecieron figuras para armar animales, eran cinco hojas por lo que pensé que se trataba de varios armables, pero era el Calendario perpetuo. No juntamos suficiente dinero para el curso y las hojas de cartulina se quedaron en mi casa. Tuve tres mudanzas, en tres Estados diferentes, perdiendo la noción de la ubicación de las hojas entre mis cosas. Comenzó el encierro del 2020. La manera de calmar mi ansiedad siempre ha sido mantener mis manos ocupadas, armando rompecabezas, decorando libretas, dibujando. Cuando ya no encontré qué armar o decorar, apareció el Calendario perpetuo, esperando en silencio por 8 años en un estante destinado a las hojas de reciclaje, era el momento de armarlo. Junté tijeras y cinta, tres días tardé en ensamblar todas las piezas. De ninguna manera lo hubiera logrado un niño en una sentada. Finalmente contemplé mi obra. Los números, días y meses giraban bien, coloqué la fecha, lunes 30 de marzo. Desde entonces, he cambiado la fecha del Calendario perpetuo todos los días, sin embargo, no olvido el título en la cartulina que deseché, ¿y si termina el calendario y seguimos encerrados? No importa, como son círculos, el conteo no tiene fin.