Nunca he sido bueno para ningún deporte, soy demasiado chaparro, demasiado lento y sin control corporal verdadero, aún así compré este balón la última vez que fui a un centro comercial antes del confinamiento, cuando aún estaban abiertas todas las tiendas, incluso las de artículos deportivos. Algo en mí me decía que tener un balón para botar era una buena idea. Sin la presión de encestar, ni de burlar a ningún contrincante, solamente botar como otros golpean un costal de boxeo o comen semillas de girasol o se truenan los dedos, solamente quería algo para botar.

Y eso fue lo que hice en cuanto traje el balón a casa, lo bote hasta que se empezó a desinflar. Caminé a la llantera–desponchadora les decimos nosotros–más cercana y les pregunté si podían arreglarlo, me dijeron que no, que sólo podían inflarlo. Manejé a otra desponchadora, donde no encontré a nadie así que grité

-Buenas tardes! Buenas tardes!

Eventualmente salió un joven con servilleta en mano y aún masticando. Le mostré el balón

-Esos se arreglan con huevo, no?

Entró de nuevo a donde estaba comiendo y un minuto después volvió con un blanquillo y una jeringa en mano. Inyectó la clara y lo infló. Lo botó frente a mí algunas veces y sugirió que comprara una bomba de aire y la válvula para poderlo inflar yo mismo. Por suerte las tiendas de auto partes son consideradas esenciales.

Hoy boto el balón como otros hornean pan o publican vídeos en Tik Tok. Boto el balón como otros buscan la película perfecta en Netflix.

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