Mi hija comenzó a aprender a tocar el violonchelo en el 2018, yo no me involucraba mucho, más bien nada, sólo compré el instrumento, pagaba las clases y ya, salía de sus clases y me contaba lo que aprendía, pero honestamente yo no entendía nada y sólo le decía ¡que padre!.
De pronto llegó el COVID-19 a México y con él, el confinamiento, y entonces nos dijeron que seguirían las clases en línea, obvio mi esposo y yo dijimos que sí, para que practicara, no supe en la que me metí, cuando me decían que no estaba afinado y tenía que ayudarle a afinar, no bueno, yo ni las notas me sabía, pero día tras día, poco a poco ella me ha enseñado lo que sabe y ahora orgullosamente puedo decir que sé afinar y que sus horas de clase, que al principio me estresaban, ahora son de mis momentos favoritos del confinamiento.