Los zapatos
La historia del zapato comenzó en el año 10,000 a.C. Pinturas de esa época en cuevas de España y Francia hacen referencia al uso del calzado. En tumbas egipcias, fueron descubiertas pinturas que representan los diferentes estados del cuero para la elaboración de los zapatos.
Los griegos empezaron a hacer moldes diferentes para calzar el pie izquierdo y el derecho. En Roma, el calzado indicaba la clase social. Así, los cónsules usaban zapatos blancos, los senadores zapatos cafés y las tropas botines con los dedos descubiertos.
En la Edad Media, hombres y mujeres usaban prendas de cuero semejantes a las zapatillas. El material más corriente era la piel de vaca y el de mejor calidad, la piel de cabra.
A principios del siglo XVII apareció el tacón, elemento estético que se mantiene hasta nuestros días.
La Revolución Francesa acaba con todos los símbolos de la aristocracia, pero durante el Imperio de Napoleón Bonaparte los zapatos recuperan sus adornos: botas con botones, botas atadas, nuevos materiales y zapatos acordes con diferentes tipos de actividades.
La Revolución Industrial trae consigo la numeración y la producción en serie del calzado. En la actualidad, el zapato “hecho a mano” es sinónimo de alta calidad.
En el curso de la historia del zapato, los materiales que lo forman han evolucionado. En su confección se han empleado metales, pieles, hojas de palmeras, maderas, sedas, bordados, goma y una larga lista de materiales.
Aunque comenzó teniendo una función utilitaria para la protección del pie contra las piedras, la humedad y el frío, el zapato se ha ido desarrollando conforme a las necesidades específicas –como el alpinismo- y ha seguido los cánones de moda de los más exclusivos diseñadores hasta convertirse en un objeto de culto en la sociedad.
Adaptación del texto original de la exposición Nostalgia de lo Cotidiano, del Museo del Objeto del Objeto.