Juegos olímpicos de 1968
El torneo de futbol olímpico de 1968 fue aprovechado para medir la respuesta del público ante un evento deportivo de primer orden y también para verificar que los escenarios que albergarían la Copa del Mundo de 1970 estuvieran preparados, a pesar de la crisis política y social que convulsionaba al país en ese momento. Aunque era lógico que el Estadio Azteca fuese la sede principal, se tomó la decisión de llevar a otras ciudades algunos partidos del programa. Los flamantes estadios Cuauhtémoc de Puebla, Nou Camp de León y el remozado Estadio Jalisco de Guadalajara, fueron puestos a prueba con miras a la próxima justa mundialista.
La selección húngara —que bajo los criterios del olimpismo aún se consideraba un equipo amateur—ratificó la medalla de oro que obtuvo cuatro años antes en los Juegos de Tokio. Pero fue más bien la oncena japonesa la que, con su juego vertiginoso, despertó la mayor simpatía entre el público mexicano. Paradójicamente, los nipones le hicieron ver su suerte al representativo nacional, arrebatándole sorpresivamente la medalla de bronce.