Tengo un hermano,
vivimos lejos uno del otro.
En un viaje encontré las estrellas, la luna y Urano, el sistema solar.
Dividimos el cielo en dos,
la mitad sería de él, la otra mitad mía, así los dos a pesar de la distancia contemplaríamos el mismo cielo.
Ese pedacito de cielo que viajó conmigo hasta mi lugar de destino.
Mi mitad estuvo buscando un lugar estratégico para absorber La Luz del día y así iluminar la oscuridad de mi habitación, sin embargo, destinadas a un no lugar encontraron refugio en mi cajón. Fueron liberadas durante la cuarentena, mientras repetía el ritual de limpieza de habitación.
Ritual que se tornó frecuente en tiempo de pandemia.
La ventana es el lugar común de estrellas con pegante.
Verlas emitir alguna luz -aunque sea mínima- me ha transportado en las noches al lado de mi hermano.