Y de pronto el tiempo se detuvo. Llevamos años viviendo de manera inmediata, rápida, sin pausa, nos hemos quejado y regodeado de que “no tenemos tiempo” incluso sintiendo culpas por no ser productivos, por no ser parte de la vorágine mundial. Estábamos suplicando tener tiempo y espacio. Y un día: las manecillas del reloj se detuvieron. Se perdió el significado de ese objeto llamado Reloj, dejó de tener sentido y valor. El universo escuchó nuestras súplicas silenciosas: tiempo para dormir, para leer, descansar, compartir con la familia y amigos, ver tele, jugar, mirar los atardeceres, respirar con calma, comer y disfrutar cada bocado, tiempo para saber vivir y liberarnos, finalmente, de un horario establecido. Ahora podemos voltear y apreciar lo realmente valioso en nuestras vidas. Somos libres de las horas del reloj. Ha sido un regalo excepcional que no imaginamos nunca tener. El planeta nos brinda una oportunidad, sin embargo, para otros el tiempo se detuvo eternamente, se fueron de este plano, para ellos el tiempo dejó de existir. Ojalá que los que aún seguimos aquí, aprendamos a vivir sin presión, sin mirar las horas del reloj a cada instante. Suspiro: “Vamos a darle tiempo al tiempo”. Gracias Coronavirus Covid 19 por esta lección tan fuerte y dolorosa para la humanidad. Paradójicamente, para muchos que estamos a salvo dentro de nuestras casas, el virus nos dio tiempo para sanar. CDMX, día 78 de confinamiento, 1872 horas, 112,320 minutos y 6,739,200 segundos.

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