Del caucho natural a goma de borrar

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Seguro a muchos de nosotros se nos rompieron hojas, frotando de más, al tratar de borrar algún error, ¿un trazo demasiado marcado, una palabra mal escrita, un mal dibujo? Incluso pudo ser una mala goma. Pero, ¿cómo fue qué este pequeño objeto llegó hasta nuestras manos? En la siguiente historia conocerán su origen y composición.

De acuerdo con los datos que se han encontrado a lo largo de la historia, se tienen acontecimientos —que si bien, los dos primeros no son del todo certeros al disputarse su patente— nos brindan información del origen de la goma para borrar. Ya que incluso mucho antes de este descubrimiento, los borradores eran diferentes materiales como: la cera, la piedra pómez, ¡sí, una piedra! y el más popular, el migajón.

¿Pero cómo surge el primer borrador? la primera versión es el caucho natural, descubierto en 1770 por el científico británico Joseph Priestley, quien lo obtuvo recolectando resina del hevea brasiliensis —mejor conocido como el árbol que llora, de látex— al moldearlo se percató que funcionaba perfecto para borrar, surgiendo así el primer borrador.

En este mismo año el ingeniero Edward Nairne, también británico, se apropió del descubrimiento y lo comercializó hasta 1778. Pero al no estudiarlo, la goma tenia inconvenientes: se deshacía con facilidad y con el paso de los días tenía un olor desagradable.

Para el año 1839 surge un importante acontecimiento que hizo que el caucho se convirtiera en la goma comercial que conocemos. El inventor Charles Goodyear, hoy en día reconocido por su venta de neumáticos, tras años de investigación descubrió la vulcanización —un proceso que le da durabilidad y resistencia al caucho—. Lo que permitió que este material, transformado en goma, fuera el artículo para darle vida al borrador.

A la goma que se formó se le sumaron materiales como: el azufre que le dio su funcionalidad —un borrador que no se pudriera, ni se desintegrara con facilidad—. El zinc y el óxido de titanio que le dan el color más común, el blanco.

Llegó el año de 1850 y Hymen Lipman —junto con la innovación del diseño de lápices— se le ocurrió agregarle al final del lápiz una pequeña goma, que resultó ser todo un éxito, su diseño lo registró un 30 de marzo del mismo año y para 1862 decidió vender su patente en tan sólo 100.000 dólares.

A partir de este momento, la comercialización del borrador a nivel mundial trajo consigo muchas variantes, formas, tamaños, colores e incluso algunas para profesionales. Una muy representativa, al menos en México, la icónica goma bicolor, su lado rojo borraba lápiz y con el azul prometía desaparecer la tinta, pero nunca sucedió.

También las hay: de plástico duro, la goma moldeable, goma para borrar tinta —que sí sirve—, goma para niños con interesantes figuras, colores, texturas e incluso olores. El lápiz de goma de borrar, cojines limpiadores, mono zero, la goma eléctrica y hasta un portagomas. Las hay de todas las marcas y todos precios.

Ahora que conocen esta peculiar historia ¡cuéntenos! ¿sabían que procedía de un árbol? ¿llegaron a borrar con miga de pan? ¿cuántas hojas rompieron tratando de borrar tinta con la goma bicolor? o mejor aún ¿qué otro tipo de borradores conocen?

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