El monstruo de hierro. La inauguración de la Torre Eiffel

El monstruo de hierro

por Ignacio de Lascurain

Marzo 30, 1889

Hoy es imposible imaginarse la imponente y bella capital de Francia sin la Torre Eiffel, la cual fue, con sus 300 metros de altura, la estructura más elevada del mundo durante 41 años. Esta torre no solamente se ha convertido en el símbolo por excelencia de París, sino que, junto con la bandera tricolor francesa y la Marianne, se ha convertido en el símbolo de toda Francia y de todo lo que ésta representa.

La Torre Eiffel simboliza todo lo francés, es decir, todo lo que la mente colectiva relaciona con la Francia moderna y con su cultura, tal como lo es su gastronomía, sus vinos, su moda vanguardista y atrevida, la sofisticación y glamour, el turismo internacional, los perfumes y cosméticos, sus impresionantes museos y exposiciones de arte, su magnífica arquitectura, su idioma, el patriotismo napoleónico, la razón y el humanismo y, en fin, todos los valores de la república.

Resulta sin embargo difícil de creer que esta enorme estructura metálica, concebida como un monumento temporal para servir como arco de entrada a la feria de la Exposición Universal de París de 1889, llamada durante su construcción con desprecio “el monstruo de hierro” y ferozmente criticada por tantos artistas y personajes influyentes del París de aquella época, por romper con la estética uniforme y palaciega de la ciudad, haya alcanzado posteriormente el renombre y la aceptación general de hoy en día. Se me ocurren, por otra parte, varias razones por las cuales esta estructura representativa se pudo haber ganado tan especial lugar en la conciencia común; explicaciones que van desde lo más lógico y probable, como lo es el diseño armónico entre los arcos y los ángulos rectos que la conforman, los cuales parecen elevarse con ligereza y elegancia hacia las más grandes alturas; hasta explicaciones un poco más junguianas que se sumergen en los campos de los arquetipos del subconsciente colectivo, que tienen que ver con la relación con el hierro con el que está construida, metal representativo de aquel dios bélico y viril, y el Campo de Marte, nombrado así en honor a aquel dios; campo sobre el cual está construida. En fin, sea cual sea la razón, el hecho es que la Torre Eiffel, a pesar de haber sido tan criticada por los artistas más célebres de la época, adquirió un éxito popular inmediato durante la Exposición Universal de París de 1889; cien años después de la polémica revolución francesa. Desde entonces cientos de millones de personas la han visitado haciendo que esta torre sea para muchos la primera imagen que venga a la mente cuando se habla de París o de Francia. Por esta razón es que tantas revistas, películas, carteles y productos que hacen referencia a Francia usan a la Torre Eiffel como imagen. Su imagen la vemos en todos los rincones del mundo, en cientos de anuncios de televisión, etiquetas, propagandas, llaveros, imanes de refrigerador, prendedores y todo tipo de souvenirs y baratijas; la vemos en todas las formas y colores; por todas partes la Torre Eiffel está presente gritando el nombre de Francia.

Actualmente, nos guste o no, ni Notre-Dame, ni el Palacio de Louvre, ni Sainte Chapelle, ni ninguno de los cientos de monumentos de París pueden competir en simbología con la Torre Eiffel. En el acervo del MODO se encuentran decenas y tal vez cientos de imágenes y de objetos que así lo atestiguan, sobre todo en revistas y productos posteriores a 1960, año en el que el turismo internacional en masa comienza a crecer y 6 millones de turistas la empiezan a visitar al año. Así es como el una vez llamado “Monstruo de hierro” ha pasado a ser uno de los monumentos más significativos del mundo.

 

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