El retorno de los colores a la naturaleza: Van Gogh en nuestro acervo

El retorno de los colores a la naturaleza

Por Ignacio de Lascurain

Marzo 30, 1853

Vincent Van Gogh, un maestro de la luz y del color que logró entender el lenguaje de las estrellas y del Sol. En vida se esforzó por recordarle a una ciega humanidad que el color tiene una voz aún más sutil y penetrante que la de las más elevadas y elocuentes palabras. Morir solo y despreciado para después cubrirse de gloria fue lo que la inexorable ley del destino dictó para aquel pelirrojo de Zundert. Nadie lo reconoció en su tiempo.

A pesar de la vergüenza que siento de mostrar mis sentimientos en público, recuerdo que no pude contener las lágrimas cuando vi sus cuadros por primera vez en el museo de Orsay. Comprendí que a través de sus obras se nos regala una rara y oculta comprensión de una dimensión mucho más viva y frenética de la luz. Para Van Gogh la luz y el color estaban vivos y cantaban poesía. En sus obras demostró que existe una comprensión más profunda y mística de lo observable.

Para mucha gente este genio representa también el ego que se complace ante la posibilidad de morir en el anonimato con la esperanza de trascender, como si la muerte pudiera abonar las obras que se hicieron en vida. Estos deseos representan en el subconsciente colectivo una especie de seguridad; una especie de paz ante la posibilidad de que tal vez alguien nos recuerde después de la muerte; de que tal vez alguien reconozca nuestras obras. Por eso es tan efectiva la propaganda de “deja una huella”, sobre todo en las organizaciones religiosas o altruistas, pues nada exalta más a la ambición humana que la promesa de trascendencia. Por eso también, sin dejar de reconocer sus extraordinarias obras y su talento excepcional, Van Gogh, ha conmovido tanto a la humanidad, porque en él la humanidad se ve reflejada; en él el hombre se autocompadece al verse incomprendido como un individuo único e irrepetible que ha entendido una expresión de la belleza arquetípica, sólo para descubrir después que es incapaz de transmitirla.

Van Gogh dijo con respecto a su pintura: “en lugar de reproducir con exactitud lo que tengo delante de los ojos, prefiero servirme del color para expresarme con más fuerza”. Los espirales, los girasoles, y el choque con la luz de Arlés, lo empujaron a la conquista del color. Él logró recordar parte de la magia connatural con la que los niños nacen, la cual, a medida que crecen, son obligados a olvidar. La expresión a través del color es un lenguaje natural para los niños al igual que lo fue para Van Gogh. Nuestra misión es recordar, y Van Gogh, con muchas de sus novecientas pinturas, de las cuales en vida sólo vendió tres, nos ayuda a recordar que la luz es movimiento y que el movimiento es vida, pues es a través de la vida y del movimiento de la luz que la existencia entera se expresa.

La muerte de Van Gogh es todavía un misterio. Sólo se sabe que murió a los 37 años de edad en brazos de su mecenas, hermano y amigo entrañable, Theo; dos días después de haber recibido un balazo en el pecho. Algunos hablan de un intento suicidio, otros dicen que encubrió al culpable debido a su noble corazón. Sea como haya sido, como dijo Antonin Artaud, “Van Gogh ha retornado los colores a la Naturaleza, pero a él, ¿quién se los devolverá?”.

Ahora al ver las obras de Van Gogh vemos cientos de flores, viejos zapatos, verdes, azules y amarillos; margaritas, cipreses y pinos; el cielo estrellado; espirales en movimiento y caracoles hechos de nubes; campos de trigo, campos de flores y más campos de todos los colores; retratos y autorretratos; pinceladas, éxtasis y locura; y más luces y colores; y más colores y colores que le han devuelto los colores a Van Gogh.

 

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